En mi versión 1.4 (es decir, 14 años) me ocurrieron dos de las cosas más importantes de mi vida: una de ellas iba a marcar mi forma consciente permitiéndome tener una luz hacia la que dirigir todos mis esfuerzos. La segunda, calaría directamente en el subconsciente marcando mi forma de ser, mi personalidad, mis gustos y lo más importante: las ganas incansables de hacer de este mundo, un lugar mejor.
Pero ¿Qué ocurrió?
La parte bonita de esta historia arranca con un primer amor. Concibo el amor como algo que puede surgir hacia una persona, hacia una situación e incluso hacia una profesión. Precisamente de la que estamos hablando, es de esta última. Nunca había ido a una colonia infantil y, por edad, era una de mis últimas oportunidades para hacerlo. Así que me lance y decidí aprovechar esa oportunidad. Sin mayores intenciones y sin buscarlo, me quede pletórico viendo como un chico, durante el día, podía grabar todas las actividades que realizábamos y durante la velada de la noche, lo proyectaban en el patio para que todos pudiéramos ver nuestra propia película de ese día.
Algo se encendió en mí y supe que “de mayor quería contar historias a través de la cámara como hacia aquél chico”. Así fue como le pedí a todos los monitores abiertamente que me dejaran acompañar a este chico llamado Sergio. El futbol, la natación o el voley no me hacían feliz, pero ese nuevo lenguaje, provocaba algo en mí que me permitió tener un objetivo durante los próximos 10 años de vida. Me había quedado completamente enamorado del mundo audiovisual.
La parte menos bonita de la historia, sucedió durante una clase de lengua castellana meses antes que el fragmento anterior. Como cualquier persona que esta aprendiendo y no logra entender el motivo de algo, levanto muy tímidamente la mano y le pregunto a la profesora el porqué.
Aún a día de hoy, no logro entender el motivo de la contestación de esa chica morena, de ojos marrones y sevillana de nacimiento que me contesto delante de toda la clase una frase que nunca olvidaré: “Tu eres tonto, voy a hablar con el director para que te manden a diversificación”. Después de escuchar eso, me quede completamente en shock. No supe qué responder y me sirvió como gran lección para no preguntar NUNCA MÁS en clase. Es cierto que lo hable con mis padres y días después esta simpática señorita se me acerco, me pidió disculpas y siguió con su vida. ¿Cuál es el problema? El daño ya estaba hecho. Había destruido la poca confianza que tenia un chico tímido y desde un inicio “algo rarito”. A partir de ese momento, las notas cayeron en picado, comenzaron a llegar los suspensos y acabar la enseñanza obligatoria fue cada vez más cuesta arriba.
Que te hagan bullying en el instituto es algo terrible, pero que te ocurra de esa figura que admiras y te esta enseñando… no se lo deseo a nadie. Sin duda, genera traumas y no curarlos o detectarlos a tiempo te marca para toda la vida. ¿Qué aprendi de todo esto? Me llevo un bonito aprendizaje de esa trágica experiencia: las personas, a veces, dicen cosas sin pensar y eso puede tener consecuencias. En mi caso, he sabido reformular mi vida, agarrar esa vivencia negativa y proyectarla hacia el futuro con una fuerza incalculable. Gracias a eso, hoy soy más fuerte, tengo más confianza en mí y “me importa un pimiento” lo que pueda llegar a pensar la gente de mí.